El regalo del abuelo

El ritual siempre era el mismo. La abuela cocinaba enormes platos inflados de calorías cuando llegábamos, y el abuelo nos regalaba plata cuando nos íbamos. “Para que se compren lo que quieran”, decía. Curioso, que todos y cada uno de sus nietos, guardábamos esa plata para viajar, y viajando lo mantuvimos vivo, aunque sus ojos y su sonrisa dejaron este mundo pocos años después.
Él nos regalaba viajes, pero no era ése su verdadero regalo.
Mi abuelo nació en la provincia italiana de Calabria, en 1911. Fue uno de los tantos niños que, junto con su familia, fue empujado de Europa por el hambre y el horror de la postguerra. Llegó a Argentina con cortísima edad, y trabajar fue lo único que aprendió a hacer. Sabía leer, pero nunca fue bueno escribiendo. Le enseñaron un oficio: una aguja y un botón. Y en menos de quince años, su apellido ya era el nombre de seis sastrerías de la Ciudad de Buenos Aires. El mismo apellido que sus nietos, setenta años más tarde, usamos como bandera para volver.
Mi abuelo, con otros miles de inmigrantes europeos, trabajó de luna a luna para construir un país que no era precisamente el suyo. Un país que, vacío, le abrió las puertas y le dio la bienvenida. Un país que setenta años después se hunde como barco de plomo, y expulsa a sus hijos de la pobreza, la violencia y la desesperación.
Yo tengo el apellido de mi abuelo. El apellido con el que él huyó, es con el que hoy yo vuelvo. Vuelvo. A un continente basto, que me abre las puertas y me da la bienvenida, y que bajo ese apellido me deja trabajar, vivir, ser. Sin esconderme y sin mentir.
No soy una intrusa, soy la sombra de un hombre que se fue hace casi un siglo. Soy su sangre, su destierro y su tristeza. Y también soy su nombre.
Ése es su regalo. El verdadero regalo del abuelo.

1 comentario:

  1. Pará, mi abuela y mi abuelo tenían el MISMO ritual, y nacieron en Corigliano Calabria... él en cambio era quesero :)

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