Hay que esperar que pase

Lógico que habiendo crecido en un país agroganadero me sea propia la frase “hay que esperar que pase el invierno”. El invierno como metáfora de los malos momentos, momentos de transición, momentos de intentos y de fallos, momentos de frío y desolación; de inclemencia. Pero más allá de esta metáfora, el invierno realmente es un tiempo de pausa en el campo. Se duerme, se intenta conservar las energías y los medios, se trabaja más duro y con menos frutos. Se espera. Se espera que pase el invierno.
Acá, el mes dormido es agosto. Y no es nuestro agosto, espíritu mismo del invierno, no. Acá es pleno verano. Y toda España está de vacaciones. Persiana baja, con cartelito de vacaciones. Contestador automático, con mensaje de vacaciones. Servicios públicos, con excusa de vacaciones. Transportes públicos, con horarios de vacaciones. Todo es lento, inefectivo, estúpido. Los teléfonos no suenan. La mente trabaja torpe. El cuerpo trabaja menos. Las playas están llenas. Los termómetros, estallando. Toda España de vacaciones. Toda.
Será que acá hay que esperar que pase el verano.