Las ciudades invisibles

     - (...) Ocurre con las ciudades como con los sueños: todo lo imaginable puede ser soñado pero hasta el sueño más inesperado es un acertijo que esconde un deseo, o bien su inversa, un miedo. Las ciudades, como los sueños, están costruidas de deseos y de miedos, aunque el hilo de su discurso sea secreto, sus reglas absurdas, sus perspectivas engañosas, y toda cosa esconda otra.
      - No tengo ni deseos ni miedos - declaró el Kan -, y mis sueños están compuestos o por la mente o por el azar.
      - También las ciudades creen que son obra de la mente o del azar, pero ni la una ni el otro bastan para mantener en pie sus muros. De una ciudad no disfrutas las siete o las setenta y siete maravillas, sino la respuesta que da a una pregunta tuya.

 Fragmento de Las Ciudades Invisibles, de Italo Calvino.

A medio borrar (fragmento)

"Y más que extrañar, le respondo, después, cuando me pregunta cómo me sentiré en el extranjero, me ocuparé en extrañarme de concebir una ciudad en la que he nacido y vivido cerca de treinta años que seguirá viviendo sin mí, y después digo que una ciudad es una abstracción que nos concedemos para darle un nombre propio a una serie de lugares fragmentarios, inconexos, opacos, y la mayor parte del tiempo imaginarios y desiertos de nosotros."

(Juan José Saer)

Aniversario

Según el almanaque y la tiranía del Papa Gregorio XIII, hace exactamente un año me bajé de un avión que me traía de Lisboa, donde otro que me traía de Barcelona me había dejado.
Todavía tenía huellitas de sal atravesándome los cachetes, y el pecho se me encogía viendo las lucecitas naranjas y azules del conurbano de mi ciudad; la ciudad que me había parido, y que me había echado; la ciudad que ahora, por algún motivo extraño, me había pedido que volviera, y sin todavía pedirme perdón.
Llegué trayendo todo lo que tenía en dos valijas de 23 kilos, mis brazos entumecidos de tanto haber abrazado y tanto querer abrazar, y los poros pesados y bobos por los últimos adioses, las últimas claritas, el último café con leche y las últimas miradas.
Del otro lado de las puertas me esperaba mi familia, con la garganta hirviendo de preguntas.
Y yo estaba vacía. De respuestas y de destino.
Y me dejé abrazar, y preguntar, y recibir, y bienvenir.
Y por adentro mío se escuchaba una canción:

aqui queda todo lo que fui
aqui empieza todo lo que soy...

humedad

"Tengo una pena fría y húmeda acá en el techo
y si no lo reparo caerá un río con todo lo malo,
un río con todo lo bueno”
(La Menor, Onda Vaga)


Después de muchas amenazas, citas canceladas a último momento, visitas inesperadas y timbres de bajo volumen, mañana finalmente vendrán a arreglar la mancha de humedad en el techo de la cocina de mi nueva casita compartida en el barrio de Villa Urquiza.
Mientras, esta noche se la dedico a acomodar en mi cuarto en mi nueva casita compartida en el barrio de Villa Urquiza el contenido de tres cajas grandes de cartón, que son objetos que embalé hace dos años cuando me tomé un avión que sonó como un portazo y me fui hacia España. Objetos que se salvaron de la arrasante dictadura de donaciones, ventas y desechos; que por algún motivo guardé no muy contenta con sentirme tan atada a tantos objetos, pensando que tardaría mucho en volver a verlos, y hoy creyendo que los había olvidado. Es curioso, porque creía que una de las mayores enseñanzas que este viaje emigratorio me había dejado era justamente mi capacidad de desapego de lo material. En cierto sentido tuve que atravesar realmente un gran desapego material. Tanto cuando me fui, que todo lo mío entraba en un departamento pequeño pero plagado de cosas, como cuando volví, que todo lo mío tenía que entrar en dos valijas de 23 kg. de peso. Pero hasta ayer, que saqué de alguna baulera olvidada las cajas que contenían todo y las traje a mi nueva casita compartida en el barrio de Villa Urquiza, seguía sintiendo que no estaba "en casa" hasta que no trajera todo, absolutamente todo lo que poseía en el mundo, a reunirlo en un mismo lugar.
Qué mundo vertiginoso el de las posesiones materiales, ¿no? Por momentos una cárcel autoforjada, por momentos un cordón de plata hacia la familiaridad más tierna y suave. Bueno, será que todo lo material tiene dos caras, y por ello no es verdadero.

Y la mancha de humedad de la cocina, que vienen a borrar mañana, después de muchas citas canceladas a último momento, visitas inesperadas y timbres de bajo volumen, acabo de darme cuenta que tiene la forma de España.

La Maleta

Letra y música de Ana Prada

Se asoma a su maleta pensativa
no sabe si habrá sitio para todo,
ahí tiene que entrar toda su vida
pero ella aún no encuentra de qué modo.

Va plegando camisas y recuerdos
coloca entre los sueños sus zapatos
dobla el abrigo sobre los afectos
y no quiere que quepan los retratos.

Y el cielo está tan gris
y las palmeras tan derechas, tan derechas.

Qué difícil va a ser la despedida,
reconstruir a solas su maleta.
Tras este salto seguirá su vida
como le sigue el hilo a la cometa.

Repasa el equipaje como ausente
ya sabe que no habrá ninguna meta,
que el pasado termina en el presente
y que el presente empieza en su maleta.

Y el cielo esta tan gris
y las palmeras tan derechas, tan derechas.

Se asoma a su maleta pensativa
no sabe si habrá sitio para todo.

Repasa el equipaje como ausente
ya sabe que no habrá ninguna meta,
que el pasado termina en el presente
y que el presente empieza en su maleta.

Dejando afuera el mundo conocido
con gesto inexorable,
con mano de firmeza.

Y el cielo esta tan gris
y las palmeras tan derechas, tan derechas.


- Esta ciudad es bruja ¿sabe usted? Se le mete a uno en la piel y le roba el alma sin que uno se dé ni cuenta.

(De La Sombra del Viento,
de Carlos Ruiz Zafón.
Pág 470)