Barcelona es como ella

La extraño.
Porque Barcelona es como ella.
Principalmente, hermosa. Única. Atrapante. Deslumbrante. Te abre los brazos y te invita a meterte, sin hacer preguntas y sin pedirte nada. Y te maravilla, paso a paso. Y te enamora. Y se te graba, bien adentro.
Me acuerdo que antes de llegar, con solo verla desde el aire, sin que ella me viera ni supiera aún mi nombre, ni apoyara yo mis pies sobre sus calles, sabía que había ahí algo especial, un “no se qué que qué se yo”, indescriptible pero profundo. Me atrajo como un hechizo, y en seguida quise entrar.
Barcelona es como ella.
Siempre joven. Siempre viva. Siempre radiante. Es un misterio constante, con sus rincones y sus momentos. Una pregunta a responder. Y eso te hace más amarla. Te hace sentirte en casa. Se nota que algo esconde: el exceso de tranquilidad, el silencio, el correr de las cosas sin que pasa nada malo. Pero te acostumbrás a esa estabilidad. Y el miedo se te va. Te hace sentir libre, viva. Te infla de alegría. Te hace volar.
Pero cuidado.
Que no te agarre en el aire, cuando te diga: “Hasta aquí, guapa”.
Que no te agarre sin paracaídas, cuando empiece a ponerte trabas, y a cerrarte puertas, y darse vuelta en tu cara, y a no atender en sus teléfonos, y a no darte lo que le pides, y a no hablar en tu mismo idioma. Te va a hacer caer, y destrozarte en mil pedazos.
Barcelona es como ella.
Egoísta. Cerrada. Acorazada. Independiente. Autosuficiente. Y no te necesita.
Vas a querer irte a lo que eras antes de conocerla. Vas a querer volver, aunque no sepas bien a dónde. Y lo vas a conseguir. Poco a poco vas a poder recomponerte, y pretender que no la conociste. Pero todo lo que hagas de ahora en adelante será pensando en volver a verla, esperando que vuelva a aceptarte.
Barcelona es como ella.
Una marca a fuego.

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