Otra vez a saludar con dos besos.
Otra vez a apretar un botón, o girar una palanquita, para que se abran las puertas del metro.
Otra vez a decir metro, en vez de subte.
Otra vez a decir coger, en vez de agarrar.
Otra vez a decir moverme, en vez de correrme.
Otra vez a que no suene raro hablar de tú.
Otra vez a sentir el catalán navegando en mis oídos.
Otra vez a pensar constantemente qué estará pasando en mi país mientras a mí me pasa todo esto.
Otra vez a estar lejos, otra vez.
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