La nueva muela

Casi a mis 26 años, y contra todo diagnóstico y pronóstico odontológicos, me está saliendo una nueva muela. “La muela de juicio”, la llaman.
¿Por qué tiene ese nombre? ¿Acaso esta muela me intenta recordar que recupere mi juicio? ¿O que lo pierda?
Es muy común que cuando estas muelas salen, desacomoden toda la dentadura y haya que extirparlas; claro que no sin dolor ni sin molestias post extirpatorias. Entonces pienso debe llamarse así porque es la muela que hace perder el juicio. Porque ¿qué uso y costumbre paradigmáticos de la lengua recomendarían extirpar una pieza que solo genera caos y desorden, si no se tratara de una pieza subversiva que invita a la falta de cordura?
Es también muy común que estas muelas, además de doler muchísimo al ser arrancadas, duelan muchísimo también al salir. Y no es para menos, si saliendo cortan un trozo de encía que estuvo sano durante un par de decenas de años, y mueven otras catorce piezas dentales que también estuvieron ahí fijas durante bastante tiempo. De hecho, se dice que el dolor del corte de las encías es uno de los peores conocidos por el ser humano; y de ahí se deduce que el umbral del dolor de los niños es varias veces mayor al de los adultos, ya que se sospecha que si un adulto tuviera que sobrellevar el nacimiento de veintiocho dientes, colmillos, premolares y muelas, con sus correspondientes veintiocho cortes de encía, literalmente, moriría del dolor.
Lo más extraño de todo es que yo no solo no experimenté dolor de ningún tipo, sino que no me di cuenta de que esta intrusita había asomado en la parte posterior de mi encía superior izquierda, sino hasta que la descubrí con mi dedo, pensando que era un resto de choclo de mi cena que mi lengua no alcanzaba a remover. Y no solo no me duele ¡sino que tampoco desacomoda nada! Lo que sí, está saliendo torcidita la pobre. Pero me alegra que así sea. Esta muelita de “no-juicio” me está haciendo acordar que la falta de cordura es muy necesaria, que no tiene por qué desacomodar todo al punto de tener que ser erradicada, que no tiene por qué doler, y mucho menos matar.
Simplemente está, tímida y dobladita, sin anunciarse demasiado. La falta de cordura asoma, todos los días un poquito más. Y me hace volver a sentir esa emoción infantil por el nuevo dientito que sale. Y qué suerte que me está saliendo tarde. Cuanto más tarde mejor. Que la edad no me achanche las emociones puras, las que tenía cuando era nenita, porque son las más inocentes y las mejores. Y que el exceso de cordura no me confunda, ni me ate de manos y piernas. Porque con todos los dientes en su lugar, perfectamente acomodados e inalterables, es muy aburrido comer.

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